viernes, 22 de mayo de 2009

Entre cochinillo y cordero, románico (2)







Acabo de descargar (por fin) una enormidad de imágenes que tenía pendientes en varias tarjetas, entre ellas las del viaje con los Amigos del Románico, así que esta vez vamos a escribir poco y a ver muchas imágenes.

No pueden faltar imágenes de una mesa, cuando ya se ha satisfecho más que bien el apetito, ni de gente haciendo fotografías. Intantase uno lo que intentase, siempre había allí alguien sacando una foto... Lo que algunos son capaces de hacer para sacar una foto... Juraría que desde alguno de los capiteles que yo fotografiaba era al mismo tiempo fotografiado por uno de los Amigos del Románico que había sido transmutado en piedra mientras sacaba fotografías...

De momento, vamos a ver a los participantes en plena labor. Lo dicho, comiendo, mirando hacia las alturas de los edificios (perfecto para la tortícolis, por cierto) y haciendo fotos, más fotos, muchas más fotos... Y alguno, haciendo oídos sordos a los comentarios femeninos, como de costumbre...

En esta primera tanda de imágenes nos limitaremos sólo a los participantes, habrá más ocasión de ver imágenes de los lugares, que no faltó tiempo y ocasión de hacerlas.

lunes, 11 de mayo de 2009

Entre cochinillo y cordero, románico

Esta entrada tiene un sentido exactamente inverso a la entrada anterior: si en aquella hablábamos de los personajes nocivos que uno puede encontrar por el ancho mundo de Internet, hoy lo haremos de las muchísimas buenas personas que también puede uno encontrar allí, y lo haré poniendo como ejemplo a los últimos que he tenido el placer de conocer, un grupo de amigos del Arte Románico, con mayúsculas. Y, en honor a la verdad, también de Amigos, con mayúsculas. Empezaré por ellos una serie nueva hablando de todas esas buenas personas, de sus proyectos y aficiones, que son también las mías.

Quien haya seguido este blog habrá podido ver cómo poco a poco, a medida que iban apareciendo algunas pequeñas descripciones de monumentos del románico aragonés y navarro, las zonas en las que más me muevo, se iban viendo comentarios de personas que procedían de ese ámbito de estudio, y a las que yo no conocía salvo por leer sus escritos en sus blogs y por tenerlos enlazados en el mío. Y un día, me llegó una invitación a participar en un foro común, en el que, como siempre, aporto muchísimo menos de lo que me gustaría y de lo que merecen sus miembros, pero es lo malo de estar colaborando en tantos sitios...

Me encontré allí con un grupo de personas que muy distendidamente charlaban entre sí de iglesias románicas de todas partes, de relieves, de pinturas, y que discutían apasionadamente sobre si cierta imagen románica simbolizaba o no lo que alguien decía que simbolizaba, o que intercambiaban mil discusiones sobre mil temas diferentes, siempre en clave festiva, pero siempre, siempre, notándose el aprecio que se tenían entre sí y el interés común que les unía.

Un día se habló de quedar para un encuentro en Segovia el puente del 1 de mayo, para conocer el magnífico románico segoviano, aunque también se hablaba de comer cochinillo y ternasco, así como de otras exquisiteces culinarias y enológicas. Quienes me conocen saben que me apunto a un bombardeo, así que pensé que porqué no iba a viajar hasta allí. Total, si luego resultaba que no eran lo que parecía siempre podía dar media vuelta, o no volver a quedar otra vez.

Pero mira por dónde, la verdad es que la realidad superó, y mucho, cualquier expectativa que uno pudiera haber pensado. Si ya sólo por el hecho de ver las iglesias que he visto valía la pena el viaje, la cualidad humana de las personas que allí me he encontrado, que además no se conocían todas personalmente entre sí, ha supuesto un gran valor añadido al viaje. Entre bromas y chanzas propias de personas de buen vivir, hicimos visitas guiadas por algunos amigos de uno de los participantes, y uno sólo puede aquí felicitar públicamente no sólo a estos guías, sino también a la persona que tiene la honra de tenerlos por amigos. Pocas personas pueden presumir de haber visitado monumentos fuera del horario de atención al público y recibiendo las atentas explicaciones de guías apasionados por su trabajo, y aún son menos las que pueden conseguirlo sólo con una llamada por teléfono diciendo "vamos para allá".

Por supuesto que hubo tiempo para comer cochinillo y cordero, para trasegar vinos de Andalucía (regalo de uno de los participantes, que no contento con eso además nos invitó a comer a todos en uno de los mejores restaurantes de la ciudad), y sobre todo, para hablar. Para conocer lo que a cada cuál le gustaba o le interesaba, para bromear, para explicar los propios gustos y aficiones, para pasear (aún me duraban las agujetas un par de días después), para reir y para disfrutar.

Lo dicho, esta entrada va por todos vosotros, con quienes he disfrutado un fin de semana que se ha hecho muy corto, a pesar de que para ello he tenido que recorrer casi 1.500 km entre la ida y la vuelta. Y va también dedicada a todas aquellas personas de buena voluntad que uno va encontrando en el camino. A todos y cada uno e vosotros, de todo corazón, mil gracias por ser como sois.

P.S.: Por diversas circunstancias, no he tenido aún tiempo de revisar las fotografías que tomé en el encuentro, y no he querido cometer la descortesía de utilizar una fotografía de otro de los amigos que allí fuimos, aunque me han enviado algunas preciosas. Pero no deseo que pase más tiempo sin recoger en el blog esta magnífica experiencia, lo que sería otra descortesía. Prometo colgar imágenes esta misma semana.