martes, 16 de septiembre de 2008

Tributo de las tres vacas








La entrada de hoy va a estar dedicada a comentar el Tributo de las tres vacas, un acto festivo que se celebra cada 13 de julio en forma prácticamente ininterrumpida desde el año 1375 en la misma muga del valle navarro del Roncal con el vecino valle bearnés de Baretous. En el acto, los habitantes del valle de Baretous hacen entrega a los roncaleses de tres vacas poseedoras de determinadas características, que fija un Tratado entre ambos valles de 1375, en compensación por el derecho que se concede a los baretoneses para utilizar los pastos de la parte más alta del valle.

En el artículo de la Wikipedia que he enlazado, Jorab, uno de los más cuidadosos editores que quedan en la Wikipedia en castellano, describe perfectamente la historia y la características del acto y su significado, por lo que recomiendo encarecidamente su lectura. Por ello me limitaré a señalar únicamente algunos aspectos complementarios.

Lo primero que quiero destacar es el hecho de que, para llegar a la solución pactada en el Tratado, se recurrió a los llamados hombres buenos y, en especial, a nuestros bien aragoneses habitantes del vecino valle de Ansó, que fueron determinantes en la conclusión del pacto, hasta el punto de que guardaron una copia del acuerdo. En tanto que nieto de Luesia y descendiente de familias de ganaderos de vacas de las pardinas de la sierra de Santo Domingo, familias que practicaban la transhumancia de los rebaños hacia esos mismos pastos, me siento muy orgulloso de saber que mis antepasados estuvieron presentes en esos actos a lo largo de generaciones.

Desgraciadamente hasta ahora no me había sido posible asistir, así que este año había llegado el momento de saldar esa vieja deuda. El 13 de julio, bien de mañana, salí de Malpica y me encaminé hacia el valle del Roncal. Como esos días en Barcelona, donde vivo, eran de un calor sofocante, iba en mangas de camisa. La primera mala noticia me la dió un roncalés en la gasolinera que hay a cola del embalse de Yesa, en Sigüés, donde llené el depósito del coche antes de remontar el curso del río Esca por el valle del Roncal: la noche anterior había nevado en el puerto de Belagua, justo donde se celebra la ceremonia... Miré al cielo, despejado y soleado, y pensé que con un día tan claro no iba a haber problemas, y menos con la cálida temperatura que había allí.

Así que subí hacia el norte, pasando por la preciosa foz de Sigüés, por Salvatierra de Esca, por Burgui, por Roncal, por Urzainqui y por Isaba. Parece muy largo, pero son sólo unos 40 km de paisajes de ensueño, verdes y agrestes. En Isaba faltaban unos 10 o 15 km para llegar arriba, pero el día estaba cubierto, gris y con una suave llovizna.

En breve apareció la niebla, espesa, hasta el punto de que sólo lograba ver unos metros de la carretera y casi nada del paisaje, que me consta por otros viajes que es una maravilla. Y así hasta que la Policía Foral de Navarra me hizo detener el coche al margen de la carretera, a unos dos km del puerto, para seguir camino a pie. Al bajar del coche, con el frío y la llovizna, uno de los policías me dijo que sería mejor llevar una chaqueta, pero como no la tenía había que aguantarse. Llegando a la cima un pastor me recomendó lo mismo, pero esta vez añadió el consejo de que me tomase unos pacharanes para entrar en calor. Cómo se nota que no hay controles de alcoholemia para los conductores de vacas...

Así que finalmente llegué al lugar del acto, que mientras tanto ya había comenzado. Se adelantó un rato por el mal tiempo. Hice un buen montón de fotografías, todas las que me permitía la niebla y el mar de paraguas que había allí. Estaban autoridades roncalesas y baretonesas, con sus respectivos trajes típicos, y algunos cargos públicos franceses, ceñidos con una banda con la bandera tricolor. Parlamentos, aplausos, acto de firma protocolaria de la renovación del acuerdo y, seguidamente, ceremonia de inspección de las vacas entregadas. Lástima que una cadena de televisión estaba rodando un reportaje y eso impedía obtener mejores imágenes, pero con las que tomé uno puede hacerse una idea. También había puestos de venta de vinos, licores, quesos o embutidos de ambos lados de las montañas y, cómo no, un puesto de venta de espectaculares bocadillos calientes y bebidas. Lástima que no pude seguir el consejo de tomarme unos pacharanes...

Para terminar la fiesta, bailes y celebraciones, que aún seguían cuando, a mediodía y con el sol rompiendo la niebla, me fui de allí. Os recomiendo asistir, si os es posible, pero por si las moscas, no olvidéis un paraguas y una chaqueta o jersey, por claro que parezca el día. Al regreso, pasando por Roncal, un termómetro marcaba 15ºC, al sol y abajo del valle, así que la temperatura que aguanté unas horas en mangas de camisa... mejor no pensarlo. A ver cuándo puedo repetir la visita.

Que siga la fiesta, pax avant...

Las imágenes son propias, una mínima selección de las doscientas y pico que tomé.