La entrada de hoy va a estar dedicada una vez más a
Uncastillo, a la ermita de Santa Quiteria, de la que hablaba en mi entrada del pasado mes de mayo dedicada al
castillo de Sibirana. En esa misma entrada prometía hablar de la sobria ermita de Santa Quiteria, situada a unos cincuenta metros del castillo, y de su estado, como aprecié en mi visita de septiembre de 2007.
Pero esta no va a ser una entrada laudatoria para Uncastillo, como pronto vais a comprobar. En efecto, en septiembre sentí una profunda pena por la situación de la ermita, pero durante la semana pasada la pena se convirtió en rabia contra todos los que han permitido que se llegase a esta situación.
Sibirana, su castillo, su ermita y el despoblado existente a los pies del conjunto son lugares para mí de muy alto interés, ya que en esa zona se hallaban parte de las tierras de mi familia de
Luesia. Dispongo de una fotografía de los años veinte o principios de los treinta del siglo XX de mi bisabuelo tomada precisamente con las inconfundibles torres del castillo al fondo, en una de sus habituales cacerías, ya que la afición por la caza ha sido una constante en la rama familiar de mi abuela. Y tratándose de uno de los primeros centros fortificados cristianos en la cuenca del Arba, de la que procede una buena parte de mis antepasados, cabe suponer que no es imposible que alguno de ellos residiese en el castillo o en el pueblo, se refugiase en las torres de Sibirana en momentos de peligro o al menos orase en la ermita en más de una ocasión.
Por otra parte, Uncastillo ha hecho del arte románico una de sus señas de identidad propias, hasta el punto de que un pequeño pueblo de menos de mil habitantes ha sido capaz de crear una Fundación, la
Fundación Uncastillo - Centro del Románico, dedicada entre otras cosas a la preservación del patrimonio cultural uncastillense.
Estando así las cosas, uno no comprende que se haya permitido el hundimiento de la cubierta de la ermita y el estado de abandono total en que se encuentra, por mucho que sea de propiedad privada. Es obligación ética y moral de la Fundación, del Ayuntamiento de Cultura y del Gobierno de Aragón tomar las medidas oportunas, instando si es necesario la expropiación de la ermita y del castillo para garantizar su conservación. Y desde este blog nos pondremos en contacto con la Fundación para transmitir esa misma idea.
Mientras tanto, las tres fotografías que acompañan a esta entrada en el blog nos dejan ver claramente el triste estado del templo, uno de los más antiguos del románico en las Cinco Villas, como seguidamente veremos.
Por lo que respecta a la ermita, según
García Omedes corresponde al siglo XII, aunque uno modestamente piensa que el edificio es anterior, remontándose posiblemente a principios del siglo XI o incluso a finales del siglo X. Cuando menos, el castillo de Sibirana está ya documentado a finales del siglo X, aunque erróneamente Agustín Ubieto, en su
Toponimia aragonesa medieval, afirme que la primera cita corresponde al año 1073, según recoge de la obra de Dámaso Sangorrín
Libro de la Cadena del Concejo de Jaca, artículo publicado en 1931 en la
Colección de Documentos para el Estudio de la Historia de Aragón. Así, en el mapa existente en la página 319 de la obra de Luis Javier Fortún
Leire, un señorío monástico en Navarra (siglos IX-XIX) se reproduce un mapa de la zona correspondiente a 1024, en la que el
monasterio de Leire poseía las villas de Undués (ni el de
Lerda ni Undués-Pintano en
Los Pintanos, sino un tercer Undués hoy desaparecido en la zona de la iglesia de San Adrián de Vadoluengo, hoy en término de
Sangüesa), Serramiana (algo más al este, aguas arriba del
río Onsella),
Navardún y Oyarda (hoy desaparecido, muy cerca de Navardún), aparecen presentes los lugares de
Sos, Cercastiel (hoy desaparecido, cerca del límite con
Petilla), Petilla,
Lobera, Lucientes (solar de una rama familiar de
don Francisco de Goya y Lucientes, hoy despoblado en término de
Longás), Longás, Sibrana,
Uncastillo,
Luesia,
Asín, Eliso (hoy desaparecido, cerca del también desaparecido monasterio de San Esteban de Orastre en la ladera sur de la sierra de Santo Domingo),
Biel, Orrios (un despoblado algo al sur de
Fuencalderas),
Agüero, Tolosana (otro despoblado en
Murillo de Gállego) y el propio Murillo. En la página 322 de la misma obra se indica cómo en el 891 el castillo de Sibirana fue conquistado por los
Banu Qasi, y en la página 323 se indica que el monasterio de Leire percibía en el siglo XI las rentas episcopales de Sibirana (y las de Cercastiel, Lobera, Longás, Lucientes, Petilla y Sos), además de las rentas de las villas que poseía en la bal d'Onsella. En la página 325 se habla de cómo en 1024 el monasterio percibía las tercias episcopales de 20 lugares en las
Cinco Villas, entre ellos Sibirana. En las páginas 472 y 477 se indica cómo en 1197 Leire llevaba quince años sin percibir las rentas debidas de Sibirana, además de las del hoy despoblado de Javier (no confundir con
Javier, en Navarra) junto al castillo de Royta, cercano a Sibirana.
Por otra parte, cabe destacar que Sibirana formó parte de la dote de
Felicia de Roucy en 1170, a su boda con el rey
Sancho I de Aragón.
Podemos ver que es un edificio extremadamente sencillo, de una única nave, que estuvo siempre dotado de cubiertas de madera, con un único ábside exento de decoración externa y dotado de una ventana-aspillera. La portada, también muy sencilla, contiene como elementos destacados un
crismón sostenido por dos columnas dotadas de capiteles sin excesivos lujos decorativos, encalados. Una espesa zarza que crece en la misma puerta me impidió contemplar el sillar escrito de que habla
García Omedes, que cifra en los años 1112-1146 y considera una posible transcripción del acta fundacional de la capilla.
En el interior, como se aprecia en la tercera fotografía, podemos contemplar un magnífico ejemplo de
ajedrezado jaqués, uno de los ejemplos interiores más representativos en nuestra comarca, en la que este elemento decorativo alcanza su mayor esplendor, aunque todo el mundo lo relacione casi exclusivamente con la ciudad de
Jaca.
En realidad, no era pues sino una sencilla capilla perteneciente al castillo, aunque sin duda en momentos posteriores atendió las necesidades espirituales de la pequeña aldea ubicada a los pies del castillo, pasando así a ejercer funciones de iglesia parroquial. En atención a su importancia histórica y no sólo artística, es imprescindible tomar las medidas necesarias para garantizar su conservación.
Las tres imágenes que acompañan el texto forman parte de mi colección particular. Las dos primeras corresponden a septiembre de 2007, mientras que la tercera es mucho más reciente, de la semana pasada.